La ansiedad nuestra de cada día

Estoy ansiosa…
Esta es una frase que se vuelve cada vez más común. Que si comes mucho, es porque estás ansioso, si fumas demás, también, si piensas demasiado, idem…
Si reparamos un rato en esto, parecería que la ansiedad se relaciona con el exceso, cuando, en realidad, muchas veces, tiene que ver más con la falta.
Las causas de la ansiedad pueden ser variadas y son únicas para cada persona. Puede que a mi me ponga ansiosa la cercanía de los 30 y la ausencia de un consorte; otros presentarán este síntoma ante la falta de trabajo o conflictos con los hijos.
Lo importante es saber que la ansiedad nos avisa, avisa que algo falta, que algo molesta, que algo no se ha resuelto. Si la erradicamos en la superficie, y con esto me refiero al uso de fármacos o de métodos conductuales, podremos librarnos de ella por un tiempo, pero al final aparecerá, y seguramente con una nueva fachada.
Una de las armas más poderosas para combatir la ansiedad es poder identificar de dónde viene, hay que darle su lugar, reconocerla y no ignorarla. Y hablo de no ignorarla porque muchos procastinan el enfrentarla diciendo «no le hago caso», y, claro, no lo hacen hasta que son sacudidos por un famoso ataque de pánico, que irrumpe con un supuesto infarto o la seguridad de estar volviéndose loco.
En algunas ocasiones será fácil encontrar la raíz de la conducta ansiosa, en otras, necesitaremos de la ayuda de un profesional en un espacio de empatía y confidencialidad.