Iguales no
Ayer fue el Día Internacional de la Mujer, y me siento casi obligada (siempre atrapada en el deseo del Otro) a escribir algo acerca de esto.
Quise, en un principio, hablar acerca de que, según Lacan y teóricos postestructuralistas, tal día no debería existir ya que tampoco existe «la» mujer. Pero, explicar a qué se refiere exactamente al decir que «la mujer no existe» es una tarea ardua, complicada, confusa. No puedo explicarlo fácilmente, pero tampoco quiero dejar a Lacan como un «machista» que niega a la mujer; un poco de lo que se trata es de concebir a la mujer dentro de la particularidad, que es, a la vez, complejidad, y de no reducirla a una sola defiición: «mujer = madre» «mujer = ama de casa» «mujer= ejecutiva»; en tanto no se puede ser un «tipo» de mujer, «LA» mujer no existe.
Partiendo de esto, entonces, y a propósito de un día en el cuál términos como «igualdad» han estado en boca de mucha gente, me atrevo a decir que tampoco existe la igualdad entre hombres y mujeres. Y no me refiero aquí a un tema de discriminación, me refiero a que, efectivamente, el hombre y la mujer no son iguales.
Sin embargo, ¡es maravilloso que el hombre y la mujer no sean iguales! ¿Acaso a alguna de ustedes les gusta realmente un hombre que les pregunte a cada rato: «¿me quieres?», «¿me amas?» «¿me extrañas?» o, ¿a alguno de ustedes les gusta realmente una mujer que se presente ante ustedes demandando sólo sexo, puro y salvaje, y no volver a verlos nunca más?
Hay diferencias, sí, pero más allá de enumerar o explicar esas diferencias, me gustaría hablar/escribir hoy sobre algo muy lindo que sucede en el encuentro entre hombres y mujeres.
Líneas arriba menciono como es una posición masculina el concebir el sexo sin amor. Ciertamente, el hombre puede tener relaciones sexuales sin la mediación de los afectos. En cambio, para las mujeres, en su mayoría, es necesario que algo del amor intervenga para que la relación sexual sea posible, soportable. Cuando digo algo del amor, me refiero a que por lo menos un «me gusta mucho ese chico» tiene que haber. Pocos son los casos en los que, como también menciono líneas arriba, una mujer piense «a éste me lo voy a tirar y punto»; y si así fuera, en ese acto, algo de lo sublime, de lo fantástico del amor aparece («fue el mejor «one night stand» de mi vida»).
Pero, lo lindo del amor es, que para que un hombre ame, necesita pasar por una «feminización», si puedo forzar el uso de éste término, el hombre cuando ama, por momentos, pasa por una posición femenina. Y con esto no me refiero a una posición femenina como la de demandar amor, hacer escenas o pasar por la autocompasión; sino a, por ejemplo, sentir que en la relación sexual hay más que una satisfacción física, hay un encuentro de dos, una ebullición de los sentimientos, un sentir que se quiere, que se gusta de esa mujer.
Por esta razón, para muchos hombres es difícil aceptar que aman, les es difícil comprometerse o entablar una relación medianamente seria. Es necesaria mucha madurez, conocimiento de sí mismo, y algo de seguridad, para que un hombre no se sienta perdido ante la posición femenina que adopta al amar. Esto nada tiene que ver con que un hombre que ama sea menos hombre; por el contrario, cuando un hombre ama realmente, si es correspondido, es lo mejor que le puede pasar a una mujer.
Por haber sido el día Internacional de la mujer, no hablaré en esta ocasión de lo locas que nos podemos poner la mujeres con respecto al amor (y a muchas otras cosas más), pero, si así, loca como eres, te quieren a su lado mujer, y no te quieren cambiar, es porque realmente te aman.