El mundo del mañana I
Últimamente he leido mucho en las redes que la gente(en su mayoría hombres) menciona con bastante frecuencia la palabra «procrastinación». Para hablar sobre este síntoma en el obsesivo (sí, es un síntoma!)Jacques Lacan utilizó la figura de Hamlet, personaje que duda mucho y evita la acción, la posterga.
En su lugar, yo, salvando las distancias obvias con Lacan, utilizaré al entrañable personaje de Joaquín Lavado: Felipe. En una de las tiras, este neurótico personaje (obsesivo según mi ojo clínico, ¿o no recuerdan cuando escribe «Almacén Don Manolo» en toda una pared porque ve salir de allí al objeto de su deseo?)pega un cartel con la famosa frase «No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy» y en la siguiente viñeta dice «Desde mañana mismo empiez..» ¡tanta procrastinación que ni se termina de leer la frase!
Es lindo que una caricatura retrate tan bien un concepto estudiado por mentes por demás brillantes; lindo y sin embargo no llama la atención, porque los síntomas neuróticos nos rodean, están en todos lados, a la vuelta de la esquina, los encarnamos, y, por lo tanto, los podremos encontrar muy bien retratados en las creaciones literarias, personajes, películas, etc.
Pero no deberíamos temerles. Una vez que tenemos identificado nuestro síntoma, es más fáci poder hacer algo al respecto.
Sin embargo,probablemente, aquí se encuentre el dilema del procrastinador; lo dejará para mañana: «Acá te dejo el número del psicólogo que te recomendé» – «Gracias, mañana lo llamo».
Teóricamente, la causa de la procrastinación tendría que ver con un mecanismo de defensa ante el deseo del Otro y aquí, Lacan se refiere no al deseo que nosotros podemos tener ante otra persona, sino ante la demanda que este Otro(con mayúscula) nos hace. Este Otro, por lo general, puede ser el Padre, las normas, la sociedad, el trabajo, la escuela. Quedar atrapado en el deseo del Otro es algo que angustia, y ante lo cual tenemos que defendernos, por ejemplo, con la procrastinación; el problema es que a veces nos defendemos de más, nos angustiamos de más, y es ahí cuando nos empezamos a sentir mal por postergarlo todo, todo el tiempo.
Pareciera que es un círculo que no acaba, pero, ¡buenas noticias! sí tiene fin. Y el comienzo del fin empieza cuando, una vez identificado nuestro problema, decidimos hacer algo al respecto, sea no dejando tanto para el mañana, sea buscando ayuda profesional.